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En Tontos contra embaucadores, Guillermo Molina Morales propone una lectura crítica del cuento Bajo el almendro… tal vez recuerdes de Joaquín Gutiérrez, revelando su dimensión satírica y su crítica al orden social costarricense. A través de una aparente historia ingenua sobre niños que ayudan a un mendigo, Gutiérrez construye una fábula moderna donde los “tontos” —los niños, el abuelo, el pueblo marginado— se oponen a los “embaucadores”: adultos, autoridades y poderosos. El abuelo simboliza una sabiduría popular disidente que cuestiona el cinismo institucional. Molina Morales muestra cómo el relato subvierte el lenguaje oficial y propone una ética alternativa.

Por su parte, la novela Bajo el almendro... junto al volcán de Julio Escoto ofrece una visión crítica de la Guerra de las Cien Horas entre Honduras y El Salvador. Alejada del discurso heroico, expone cómo las élites manipulan al pueblo con retórica vacía. Reivindica al campesinado como “tontos listos” con conciencia crítica, y propone una memoria popular basada en la comunidad, la oralidad y los valores agrarios, en contraste con la visión oficialista urbana.

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El cortometraje del director hondureño Alejandro Irías Leiva, estrenado en octubre de 2017, narra la historia de Zanate, un soldado hondureño que descubre los restos de una masacre perpetrada por la aviación salvadoreña, en la que han muerto mujeres, ancianos y niños. Únicamente sobrevive un bebé, al que Zanate apoda “Pulga”. A través de su relación con el niño y reflexiones sobre el conflicto, el protagonista plantea que hondureños y salvadoreños son iguales, y que la guerra, aunque devastadora, fue impulsada por intereses políticos más que por diferencias reales entre los pueblos.

El cortometraje critica el nombre “La guerra del fútbol” por trivializar el conflicto y resalta la responsabilidad de las élites políticas en su inicio y duración. La historia culmina con un enfrentamiento en el que Zanate mata a varios soldados salvadoreños para proteger a Pulga, y termina con una breve conexión humana entre él y un soldado enemigo antes de que este sea abatido.

Aunque busca transmitir un mensaje de hermandad entre los pueblos, el filme muestra una visión claramente favorable al bando hondureño, representando a Zanate como héroe y a los salvadoreños como antagonistas, lo cual puede reflejar una postura nacionalista del director.

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